miércoles, 20 de mayo de 2009

Entre los muros: del lado de los maestros

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Por: Carla D.

Breve currículum: Estudié en la escuela Bialik. Después me recibí en el conservatorio Manuel de Falla. Desde hace muchos años trabajo de maestra de música en varias escuelas (del gob. de la ciudad y privadas). Escribo libros de cuentos y canciones para chicos que publico donde me dejan (por ahora Ed. Norma, Aique, y Ed. Panamericana de Colombia)


(NOTA DEL EDITOR: Los contenidos del presente post refieren especificamente a la opinión de quien lo escribió)

Entre los Muros es casi el “reality” de un colegio donde un profesor de francés trata de enseñar a unos adolescentes que no quieren aprender o no les interesa.

El guión fue escrito por un profesor de francés (en la vida real) y los intérpretes son alumnos reales que hicieron un taller de teatro en esa escuela, y se quedaron muchos días después de hora para filmar (cero costo en personal actoral, felicitaciones al productor).
La escuela es estatal y está en los suburbios de Paris, altamente poblada de inmigrantes y franceses de bajos recursos (lejos de las clases mas acomodadas).
Las escenas transcurren en tiempo real, o sea que diez minutos de clase son diez minutos de película..

Todo el tiempo los alumnos le cuestionan al profesor lo que les enseña (lo que vulgarmente se diría: “le buscan el pelo al huevo”), en vez de aprovechar la oportunidad que la educación les da de tener una vida mejor que la que tuvieron sus padres.

La película denuncia que los chicos pasan de año sin saber nada, sólo porque el director tiene miedo de que los padres se le pongan en contra y “no quiere problemas”. Y cuenta a las claras que al Estado no le interesa educar, solo entretener, y por eso el sistema burocrático le quita autoridad al docente. El maestro está solo.

Lo que se genera en el auditorio del cine es una indignación que va creciendo, debido a la asimetría de derechos entre el profesor y los alumnos. Los chicos pueden decirle cualquier cosa al profesor, incluso “cabrón”, que no sé qué significado tendrá para ellos, (para mi solo es una cabra grande) pero parece que allá no es algo bueno.
Pero cuando el profesor se exaspera (mucho después de lo que se exaspera el espectador) y les dice “zorras” a dos alumnas, los alumnos arman un escandalete que pone en riesgo la estabilidad laboral del docente.
Al igual que en las películas de terror, uno se identifica con la víctima (el profesor) y así como en en ellas uno tiene ganas de gritarle al protagonista: “¡Cuidado que el asesino está detrás!”, en esta película uno tiene ganas de gritarle: "¡Ponele 10 amonestaciones!, ¡No dejes que te grite!, ¡Cuidado con el alumno del fondo que te está poniendo a prueba!, ¡No te enganches con el llanto de la de adelante que es un manejo para hacerte sentir culpable!, ¡Guarda que viene el director por el pasillo, hacelos sentar rapido!"

Entre los muros termina de concientizarnos de que sin el respaldo institucional a la autoridad del maestro, los chicos no pueden aprender nada. Cada clase que el profesor quiere dar, los alumnos se la boicotean: “¿por qué hay que aprender a usar bien los verbos si total en la vida cotidiana todos los usan mal?” le pregunta una alumna.
Finalmente el chico que mas le faltó el respeto y además agredió a una compañera físicamente (causándole un corte en la frente) es expulsado. Parecía que todo el cine estaba por gritar ¡Viva Viva!, cuando en realidad el pobre chico tenia que volver a África. O sea, en otro contexto uno se compadecería y diria: “Noooo, no lo echen”, y hasta se nos escaparían unos lagrimones cuando se va del colegio con su mama (que encima lo defendía cuando sabia claramente que atentó contra la integridad fisica de una compañera).

Este punto también es muy interesante: los padres de los alumnos. Nunca tan bien retratados como aquí. Defienden a su hijo, no importa lo que haga, su hijo siempre tiene razon. Los padres critican al maestro porque es “muy exigente”, como si la exigencia fuera algo malo. No se dan cuenta que el mundo laboral es exigente, no el profesor.
El director del colegio le hace firmar al maestro un acta sólo por haber cometido el pecado de defenderse de un insulto con otro insulto, lo trata como si fuera un delincuente citado a declarar.

Si la escuela es una herramienta para fomentar la igualdad de oportunidades para todos, este no es el camino. La falta de exigencias al alumnado, lejos de ser un sistema de inclusión (“todos pueden pasar de grado sepan o no”) es un sistema de exclusión, porque así los chicos no aprenden nada y solo van a llegar a tener mejores trabajos los que se puedan pagar estudios privados específicos.

Casi al final, cuando van a calificar a cada chico (lo que para nosotros es el boletín), opinan los maestros, el director, y dos representantes del alumnado (una especie de centro de estudiantes).
Y ahí termina de desenmascararse la desvalorización de la educación por parte del Estado, porque, si un alumno tiene autoridad para clasificar a otro entonces la educación no tiene razón de ser. ¿Para que necesito alguien que me enseñe si yo ya estoy calificado para evaluarme a mi mismo?

Uno mira la película con la seguridad de que ninguno de esos chicos va a poder trabajar más que en un Mac Donalds. Porque nadie les exige que sirvan para algo más. Si un profesor quiere exigir es tildado de tirano, cuando en realidad lo que está buscando es todo lo contrario: que en un futuro la sociedad no tiranice al chico aprovechándose de su falta de conocimientos.
Lo que sorprende es que una escuela francesa, que se supone del primer mundo, se parezca tanto a una escuela argentina…

Por fin una película sobre educación que no recurre al cliché del maestro represor y los pobres niñitos victimas de su autoritarismo.
“No aprendí nada” le confiesa una alumna al profesor, a fin de año. Esa es prácticamente la frase final de la película, y yo diría que también su síntesis argumental.
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5 comentarios:

  1. Acaso el colegio tal como lo conocemos debe cambiar.
    Acá en la Argentina, en la época de los militares - cuando atravesé mi secundaria - fue un receptáculo para controlar la energía adolescente.

    Prefiero el barullo actual reflejado en la peli, que no hace otra cosa que espejar saludablemente las contradicciones y falta de perspectivas que, en líneas generales, padecerán esos chicos.

    Pobre profe, sí, un gran desgaste, pero pobres alumnos también.

    No es un camino fácil el de esa escuela, pero sí muy valiente lo que intenta: desafiarse como institución para cambiar un paradigma obsoleto.

    (Como opino bastante distinto respecto de lo que escribiste, ya estoy preparando una contra-nota. Se viene la polémica)

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  2. Es cierto Pablo, la época militar fue terrible, a mi me pusieron 10 amonestaciones por cantar "Lunes otra vez" mientras izaban la bandera. Ahora lo pienso y digo: “Se les fue la mano con el castigo, pero también yo era medio Monkey: ¿por qué cantar justo en ese momento? ¿Por que no hacerlo durante el discurso de la interventora?”

    Sin embargo, creo que hoy más que nunca hay que ser organizado porque justamente el caos atenta contra la democracia. Y acá ya me parezco al agente 86 con esto de “Caos y Control” (“Te dije que no me lo dijeras”, agregaría él)

    Yo no prefiero a los milicos, pero tampoco el barullo que se arma en las clases. Justamente mi foniatra dice que mis cuerdas vocales están desgastadas porque ya nadie me escucha (O sea que de cuerda ya no me queda nada)

    Prestar atención en una clase ordenada tiene una gran ventaja: que a fin de año sepan qué materia estuvieron cursando. Por último quisiera agregar que, no importa cuán gritón sea un niñito, si me trae una manzana (como al profesor Jirafales del Chavo), está perdonado. Como siempre, el estómago manda sobre las ideas.

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  3. Es notable como cada uno ve cosas diferentes en una misma película, especialmente si se trata de un quasi documental como en este caso.
    Lo que yo vi, (y aclaro que fui docente secundario por 5 años antes de pasar a la docencia universitaria) no fue una guerra entre alumnos y docente(s) [motivo por el cual no tomé partido por unos u otros] sino una exposición de una amplia y variada gama de personas que se enfrenta a los problemas de la educación adolecente. Pequeños progresos y pequeños retrocesos, días mejores y días peores. Ni docentes ni alumnos presentan un comportamiento uniforme o corporativo que permita encasillarlos en bandos.
    Muy creíble, muy sobria, eludiendo todos los clichés. Vaya como ejemplo la carencia de un gran cierre final a lo festival de Fama.
    Incluso disiento en que la principal tragedia sea la del Morocho Rebelde que accidentalmente golpea a su compañera La Contestataria Crónica. Volver a África, a la tierra de sus padres, me parece más una solción que una condena al infierno. No, la situación más dramática del film es la de la chica que se sienta siempre la frente y que no habla en toda la película, salvo al final en que se acerca al profesor para decirle que no aprendió nada, pero no como un reproche, sino que comparándose con los demás siente que no entendió para que está allí.

    Finalmente sobre "pétasse". Si bien tiene varios usos,y puta barata es uno de ellos, el profe la usa en el sentido de "ordinaria", de "grasa". Una traducción de toda la frase del profe, menos literal pero que se ajustaría a la fraseología porteña sería :"están haciendo cosas de negro". O por lo menos ese es el uso de esta palabra en Marsella donde viví (y aprendí un poco de francés) durante un año, aunque, se sabe, el argot cambia de región en región.

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  4. Creo que Carla cierra filas tajantemente desde el lugar del maestro. En el post que sigue a éste espero haber podido transmitir - además de ponerme "un poco más" del lado de los alumnos frente a su demonización - la problemática de un lugar que combina contexto complicado, función social institucional, un medio para ganar el mango y el manejo del poder que otorga un rol predeterminado.

    Una gran película, en tanto A TODOS nos increpa respecto de los supuestos que manejamos y de nuestro pasado o presente como alumnos o docentes, por eso es tan productiva la incomodidad de simpatizar alternativamente con cada uno de los personajes, porque son complementarios y, me inclino a pensar, víctimas de algo que los excede.

    De paso, tiro otra línea.
    Otra puerta de análisis interesante podría ser el aula como espacio mental y físico de intercambio.
    Transgrediendo salvajemente el sentido de la descripción del signo linguístico saussureano (significado /barra/ significante), e imaginando "aula" como línea de unión y a la vez divisoria (alumnos/aula/maestros), podría discutirse la aptitud de ese espacio físico para propiciar relaciones nutritivas para sus habitantes.

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  5. Hace algunos años capacito adultos en el desarrollo de habilidades específicas para su desempeño en lo cotidiano laboral, y lo hago en aulas cómodas y bien equipadas tecnológicamente.
    Sin embargo, entendiendo que todos saben para qué estámos allí, la batalla por el lenguaje - un punto notorio en Entre los Muros - también se manifiesta: la gente siente que está en "pido gancho" y aprovecha para hacer catársis respecto de las dificultades de su día a día (en sus quehaceres, pero también en lo personal y económico).
    Mi humilde experiencia dicta que es bueno brindarles un espacio de tiempo concreto para eso, porque finalizado ese rato tienen más escucha y, purgados, se abocan mejor y con más atención; muchas veces... ¡hasta la pasan bien y aprenden algo!.

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